ES LA HORA DE ESTAR DEL LADO DE LOS SINDICATOS.

Soy consciente de que para muchos, nada más leer el titular pensarán que soy otro pagado de la actividad sindical que vive de las subvenciones.

Me siento orgulloso de haber sido durante 10 años un activo sindicalista, tanto como de haber retornado a mi puesto de trabajo en mi empresa porque no me sentía con fuerzas para realizar el sindicalismo que yo creía que había que realizar.

Tras año y medio apartado de toda actividad pública, creo conveniente aportar mi visión de la situación en un momento que es, sin duda, crucial para toda la sociedad, en todos los aspectos, pero me atrevo a decir que vital para el sindicalismo de clase.

El desapego existente entre una amplia mayoría de los trabajadores y trabajadoras de este país y cualquier clase de organización institucionalizada viene determinado por la desconfianza que produce la enorme distancia que existe entre sus mensajes y sus actuaciones; y por la sospecha de mayores o menores corruptelas o entramados de intercambio de intereses, es decir, de falta de ética y de independencia.

Que los Sindicatos -mejor dicho, que algunas direcciones sindicales y los “aparatos” que las sostienen- no están exentos de esa sospecha es un asunto inapelable bajo mi punto de vista, y además está tan extendida que es una seria amenaza para su subsistencia.

Pero en el momento actual no podemos, ni debemos ser los trabajadores los que demos la espalda a las direcciones sindicales. Si hay circunstancias en las que las Organizaciones Sindicales pueden constituir un elemento de equilibrio y/o de freno, ninguna de más entidad y necesidad que la que estamos viviendo.

Hay muchos intereses detrás de los ataques y del intento de desacreditar a las Organizaciones Sindicales. Siempre los ha habido: por parte de los empresarios para debilitar los contrapoderes en las mesas de negociación colectiva; por otras organizaciones pseudosindicales para conseguir privilegios de grupo; por las organizaciones sociales conservadoras por encontrar en ellas un enemigo ideológico y rival a la hora de afrontar políticas sociales.

Pero en estos momentos, en los la credibilidad política ha muerto victima de las condiciones de los bancos, en los que la dureza de las condiciones de vida sobrevenidas a una gran parte de la población les hace renegar de todo y de todos. En estos momentos en los que se ha abierto la compuerta de la incertidumbre para infundir el terror y el sálvese quien pueda, los ataques son mucho más ruines y virulentos porque solamente las Organizaciones Sindicales de clase tienen a día de hoy, (por su carácter sociopolítico, por su tipo de organización social y laboral, por su estructura territorial, federal e incluso internacional, y por implantación institucional,) la capacidad de organizar una respuesta a los diferentes recortes, no sólo a los que estamos sufriendo, sino a los que, sin duda, seguirán.

Que las Organizaciones Sindicales no están consiguiendo atajar la situación con éxito es evidente. Pero si de algo podemos estar seguros es de que, si estas se debilitan o desaparecen, las cosas no sólo no van a ir a mejor, sino que nos arrollarán a todos sin excepción.

Por eso son muchas las voces que tratan de “dirigir” las actuaciones sindicales. Cada una en el sentido que más interesa a su colectivo o partido político. Unas buscan sacar provecho o beneficio corporativo y otras eliminar un oponente incómodo.

Yo quiero reivindicar la voz de los que realmente deben dirigir a las direcciones sindicales. Los trabajadores y trabajadoras afiliados. No nos debemos callar nunca, pero en estos momentos es imprescindible hacerla valer.

No envidio en absoluto a las personas que en estos momentos están debatiendo y valorando las actuaciones en un futuro próximo.

Es muy fácil exigir a voces una Huelga General y acusar después de que no se ha trabajado si sale mal. Igual de fácil que decir que no se hace nada y cuando se habla de Huelga General, y ahora, o es hacerle el caldo a PP, o ir contra los intereses del país.

Creo que si el Gobierno legisla en la línea que se está filtrando, la Huelga General es irremediable. En primer lugar y primordial, para dar respuesta al ataque, si es de la magnitud que se prevé. Después, para empezar a articular un dique que contenga la sangría que se puede seguir produciendo.

No estamos ante un escenario de un conflicto puntual en el que el resultado se mida en días o a lo sumo semanas. Las consecuencias de la decisión sobre la convocatoria de Huelga y del seguimiento de la misma (si se produce) condicionarán de manera transcendente las medidas posteriores, pero también el futuro, no sólo del Sindicalismo, sino de las relaciones laborales y sociales de este país, y en consecuencia los derechos sociales y laborales.

Por eso creo necesario que los trabajadores y trabajadoras respaldemos activa y masivamente la decisión que direcciones sindicales tomen tras el decreto del día 16.

No por la supervivencia de las direcciones sindicales sino por la necesaria pervivencia de los Sindicatos.

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