¿GENOCIDIO?
En la entrada de este blog titulada “Armas de
destrucción masiva” de hace un año, auguraba que la política de austeridad y el
cumplimiento del déficit, las mentiras de Rajoy y sus servilismos hacia Merkel, costarían una
cantidad importante de vidas.
No hablaba sólo de las que estaban empezando
a cobrarse en forma de “psudosuicidios” en los procesos de desahucios.
Me refería también a las que a largo plazo se
darían como consecuencia de la aplicación continuada y progresiva de las
medidas que se justifican con la austeridad.
En materia sanitaria, el abandono de las
políticas preventivas y la expulsión de los inmigrantes del sistema de Salud
ponen en riesgo de forma directa a una parte importante de la población.
Pero si sumamos el repago de medicamentos que
obliga a un número significativo (aunque pueda ser pequeño cada día aumenta, y
más aún a partir de la última medida sobre los medicamentos hospitalarios) de
personas a elegir entre curarse y comer; la reducción de plantillas, tanto de
enfermería como de médicos y médicas que pone en entredicho la calidad del
servicio por saturación de los profesionales; los retrasos en pruebas
diagnosticas (véase Madrid con las mamografías) y en intervenciones quirúrgicas;
el efecto sobre la salud de la población con menos recursos, que aumenta de
forma progresiva, será alarmante en poco tiempo.
En otros campos, medidas que pudieran parecer
secundarias o de poco calado forman parte de una cadena que, si no buscan los
mismos objetivos, tienen las mismas consecuencias.
En materia laboral, la impunidad empresarial
ante los accidentes y las enfermedades profesionales que se producía hasta
ahora, se ve reforzada por la justificación del abandono de las medidas de
protección, prevención y seguridad a cuenta de la crisis y como ofrenda a la
productividad y la competitividad.
En materia medioambiental, las medidas de
control sobre las emisiones y vertidos y la gestión de los residuos pasan a un
segundo, tercero o cuarto plano, ante el coste que conlleva la vigilancia y la
persecución. Si además se trata de una actividad productiva el sacrosanto
objetivo del empleo justifica un desliz.
Incluso en algo tan aparentemente inocuo en
este recorrido como la educación están las raíces de mi argumento.
Una actuación tan amplia y tan ambiciosa no
se puede dar con garantías, sin una población que esté más preocupada de poder
comer, que de pensar. Sin mano de obra adoctrinada, resignada, que asuma sin
cuestionar su papel en esta película. Una población adiestrada en la competitividad,
el esfuerzo y la competencia, en lugar de educada en valores, en capacidad de
análisis, en el cuestionamiento continuo.
La estrategia de culpabilizar al aumento de
la esperanza de vida los problemas de sostenibilidad del sistema de pensiones,
de hacer a los enfermos crónicos y a los inmigrantes causantes del déficit
económico del sistema de salud, de mantener que la baja productividad y los
altos salarios son el origen del paro, tienen como objeto crear en la opinión
pública una justificación ante lo que nos espera, incluso haciendo creer a los
que no se vean afectados directamente que les beneficia.
Jorge Riechmann plantea que una “eliminación
genocida de la población excedente (para relanzar la acumulación de capital) o
al menos “muerte social” de masas crecientes de excluidos/as” pudiera ser una
opción, desechable, por supuesto, para evitar el paro.
¿Estamos seguros y seguras de que es
desechable para todo el mundo?
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